La generación de basura es una anomalía de nuestra especie. En el mundo natural, los residuos orgánicos se devuelven al ciclo biológico, formando parte inmediatamente de otro proceso de vida. Los residuos inorgánicos en su mayoría no son asimilados y pueden durar cientos de años en el ambiente debido a que en gran parte no son reconocidos por la naturaleza. Actualmente, se producen 2.010 millones de residuos sólidos municipales a nivel global por año y la generación de basura sigue creciendo: Al 2050 aumentará un 70% y es probable se triplique al año 2100.
La generación de basura trae consigo una triple pérdida de recursos.
Primero, tomamos valiosos recursos de la naturaleza y en su mayoría no retornan al ciclo natural. Muchos de estos recursos, de tipo no renovable, eventualmente terminarán en el lugar equivocado como rellenos sanitarios o el ambiente y se agotarán en su forma explotable actual. Otros son renovables que igualmente se desperdician si se disponen en lugares donde contaminan, mientras que bien manejados podrían servir para generar compost y/o biogás retornando al ciclo biológico a donde pertenecen. Claramente esta lógica no es sustentable, pues nos llevará inevitablemente al agotamiento de los recursos y la destrucción de nuestro ambiente natural.
Se estima que la tasa de destrucción actual le cuesta al mundo trillones de dólares cada año. Por otro lado, los recursos naturales que se agotan con más celeridad son el agua dulce, el carbón mineral, el petróleo, el gas natural, las pesquerías y el fósforo. Se prevé que al 2025 1,8 billones de personas no tendrán agua que beber, en 178 años la producción de carbón llegará a su peak, en 36 años se agotarán las reserva de petróleo, en 48 las de gas natural y al 2030 el fósforo en la forma en que lo explotamos actualmente.
Segundo, el proceso de deshacernos de la basura es muy costoso, tanto por el transporte de los residuos como por la mantención de rellenos sanitarios o vertederos. La ampliación o creación de nuevos vertederos conlleva una dificultad creciente y, con razón, pocas comunas quieren vertederos por sus externalidades negativas, como olores, mayor tráfico, riesgos de incendios, entre muchas otras. Adicionalmente, usualmente estos vertederos suelen estar ubicados en comunas pobres, donde el costo por metro cuadrado es menor. Dada la escasez de terrenos y la falta de voluntad política para crear más rellenos sanitarios, en Europa comenzaron a incinerar los residuos, con las esperables consecuencias negativas que genera la contaminación del aire más los largos plazos necesarios para pagar tan costosa inversión. Mala idea.
La gestión de residuos sólidos representa aproximadamente el 20% de los presupuestos municipales en los países de bajos ingresos y el 10% de los presupuestos municipales en países de ingresos medios, en promedio. Financiar los sistemas de gestión de residuos sólidos es un desafío para muchos países, particularmente en lo que se refiere a los costos operativos. En los países de más altos ingresos, estos son del orden de U$100 por tonelada, mientras que en los de menores ingresos estos son del orden de U$35 por tonelada, pero estos experimentan muchas más dificultades para recuperar dichos costos. La gestión de residuos requiere mucha mano de obra y los costos de transporte por sí solos están en el rango de US$20 a US$50 por tonelada. Una cantidad adicional similar puede significar la disposición final en el caso de instalaciones controladas, como los rellenos sanitarios, la opción más utilizada en Chile. (Ver figura 2)
Tercero, muchos de los productos que involucran nuestro consumo cuestan recursos que solo son desperdiciados. Por ejemplo, al tomar una bebida con envase de plástico, el plástico debe viajar un gran trayecto usualmente de China o Australia; posteriormente lo procesamos acá en el país y finalmente lo distribuimos. ¡La bebida, bien presentada, la solemos tomar en 5 o 10 minutos! Mientras que su empaque demora cientos de años en degradarse. Tanto trabajo y recursos para solo 5 o 10 minutos….
Algunas compañías como Coca-Cola ya son conscientes de esta deficiencia. Esta compañía planea ser libre de plástico para el 2023, innovando con su botella hecha de bioplásticos, las cuales según indican podrían biodegradarse en tan solo un año.
2. Visibilizar el problema
¿Cómo llegamos a meternos en este problema? Primero, tenemos que enfrentar que muchas de las soluciones actuales para mantener nuestro consumo se basan en nuestra comodidad. Es cómodo comer comida rápida en platos y con cubiertos de plástico, envuelta en bolsas de papel, para después no tener que lavar platos. Es más cómodo tomar una bebida en envase de plástico que en uno de vidrio, pues este último posteriormente debe ser lavado y tratado para ser utilizado nuevamente. El convertir nuestros residuos en basura nuevamente involucra nuestra comodidad. Ojalá, no veamos nuestros residuos, ni estemos cerca de donde ellos son enterrados, sabiendo que muchos de ellos estarán ahí cientos de años.
¿Cuál es la necesidad de envolver todo, los regalos de navidad, la comida, los productos eléctricos? Usualmente a la hora de comprar no nos preocupamos de los residuos inútiles que generaremos, ni de aquellos que fueron generados más arriba durante la explotación de las materias primas y los procesos industriales necesarios para su producción y eso sin duda es parte del problema. No me cuesta dinero (al menos no me la cobran directamente) disponerlos (convertirlos en basura) al final de los breves minutos de uso. En síntesis, no veo los costos de producirla y no veo los costos de convertir los residuos en basura y lo peor es que nos convencen de alguna forma que no somos responsables de ella.
Por ello, debemos entender que los residuos son un error de diseño. Cada vez que nos topamos con algo que podemos llamar residuos lo que hay detrás es una falta de atención al destino final de este material. Si antes de producir un bien una empresa se preocupa de saber cuál será el destino de cada componente, podemos evitar los innecesarios costos ambientales y sociales y económicos. Es hasta esta pregunta de diseño que la responsabilidad extendida del productor debe llegar a fin de eliminar el desperdicio de recursos.
3. La ruta hacia la solución
¿Qué podemos hacer para evitar el problema de la basura?
Primero, no hablar de basura sino de recursos. Cuando visualizamos el hecho de que la basura son en realidad preciosos recursos naturales, estamos en el camino de solucionar el problema. Por ejemplo, en el caso de la botella para bebida, entender que los combustibles fósiles son finitos y por tanto muy valiosos nos puede ayudar a repensar el diseño y la necesidad real de empacar ciertos productos. Por ejemplo, el 50% de la energía empleada en el agua embotellada se emplea en la fabricación de su botella.
Segundo, nos creemos exentos de responsabilidad y culpamos a otros por nuestros residuos. En la práctica nosotros somos responsables de generar nuestra propia basura. En algunos países como Japón, las bolsas de basura son transparentes para relevar este punto; en otros como Suiza, las bolsas en las que se disponen tienen un elevado costo y las multas por la disposición sin la separación adecuada son muy altas.
Tercero, pensar antes de convertir los recursos naturales en basura, o en la práctica preguntarse “¿Puedo evitar el residuo no recuperable? ¿Qué pasa si compramos nuestras legumbres sin bolsas? ¿Qué pasa si producimos parte de nuestros alimentos en casa, evitando el traslado y empaque?”.
En este contexto, el reciclaje no es una solución real al problema de los residuos, es más bien un síntoma de nuestra falla de diseño como sociedad. Es llegar muy tarde al rechazar, reducir, reutilizar, al hacerme cargo de mis propios residuos. Los plásticos solo se pueden reciclar 1 o 2 veces, el papel 5 o 6 veces. Donde el reciclaje tiene un espacio perdurable es en la recuperación de metales y minerales. Reconociendo esto, en la Unión Europea se han elaborado criterios de fin de vida de residuos, los cuales consisten en evaluaciones tecno-económicas-ambientales exhaustivas que verifican cuando el material de desecho reciclable es seguro para el medio ambiente y tiene una calidad lo suficientemente alta como para dejar de ser clasificado como residuo. Tres reglamentos se han adoptado: Uno sobre la chatarra de hierro y aluminio, otro sobre el cobre y la chatarra de aleaciones de cobre y otro sobre los residuos de vidrio, todos estos orientados a dejar de llamar residuo a aquello que no lo es.
Cuarto, pensar en la durabilidad de nuestros consumos. Los electrodomésticos durables son claramente mejores que los que duran uno o dos años. La ropa constituye uno de los principales consumos de nuestra sociedad. Dado los modelos de negocios modernos de las principales multitiendas, la moda cambia más rápido que antes y con esto va en la dirección contraria a la durabilidad.
Quinto, en el entendido que nuestros residuos son nuestra responsabilidad y dado el hecho de que en la práctica generaremos residuos aunque seamos cuidadosos mientras cambian los productos que satisfacen nuestras necesidades y los sistemas que los producen y gestionan, debemos pensar en cómo valorizarlos, en cómo los devolverlos al ciclo natural o cómo podemos aumentar su tiempo de vida.
Por ejemplo, al hacernos cargo de nuestros recursos orgánicos, utilizando lombricomposteras, compost, a partir de biodigestores o al usar plataformas de consumo colaborativo (como Awto, Uber o Airbnb) o que hacen obsoleto el uso de recursos (como Algramo) o que reemplazan productos de un solo uso que contaminan (como Solubag).
En definitiva, las buenas noticias son que la solución pasa por nosotros, por pensar en la generación de nuestros residuos y cómo podemos minimizarlos, y en el caso de que realmente no podamos hacerlo, pensar en cómo volverlos al ciclo natural o aprovecharlos de manera regenerativa. Hay varias empresas que ya se han dado cuenta de esto y están facilitando este cambio, como veremos en los casos de estudio de este Newsletter N°4 de Economía Circular en Collahuasi.
Referencias
By Richard Anderson https://www.bbc.com/news/business-11495812